Buscando wifi desesperadamente
Soy de las que va con la oficina a cuestas. Soy de las que, entre reunión y reunión, busca algún café tranquilo para trabajar, me acomodo en alguna mesa tranquila con el portátil, el móvil y una taza de té. Soy de las que asoma la cabeza y, antes incluso de decir buenos días, pregunto con cara de desesperada “¿Tienen wifi?”.
Soy de las que enchufe en mano, escruta el zócalo perimetral del local en busca de un chute energético para las baterías de mi tecnología de bolsillo.
Soy de las que levanta el cuello en busca de algún camarero o camarera para bombardearlos sin compasión señalando el teclado: “Oígame, ¿el password?”
Hoy, sin embargo, he visto como alguien mucho más listo que yo se ha dado cuenta de cómo sacarle tajada mediática a los wifi-alcoholic como yo. Una gran idea, barata y seguro que efectiva.
Les cuento.
Una bendita FREE-WIFI promete a los usuarios del local horas tranquilas de navegación internauta pero, una vez conectado, algo pasa con la descarga de los mensajes del correo electrónico. Le doy varias veces a “enviar y recibir” atónita, incrédula. Recelosa de tan magnánimo problema abro el navegador con el fin de comprobar si, en efecto, puedo acceder a internet y ahí está, señores, ahí está la formidable idea: se abre ante mis ojos la página de Facebook del café dónde me encuentro con un bonito mensaje que me invita amablemente a un “me gusta” virtual a cambio del acceso al wifi.
Así que, a día de hoy, soy fan del local por interés. Abierta a recibir sus promociones y noticias bajo mi propio consentimiento y no descarto en el futuro más relaciones de conveniencia.
Porque, al fin y al cabo, si París bien valía una misa, un Free-wifi bien vale un “me gusta”.
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